¿Cuánto sabes acerca de ti mismo?, ¿te has quedado con la sensación de que te define la frase «es que yo soy así y punto»?, ¿podrías decir quién eres? o ¿eres quien querías ser o quien te imaginabas que serías?
Construir quién soy
A lo largo de la historia del individuo nos encontramos con distintos hitos en su vida que nos muestran esa lucha por descubrir y trazar las líneas de quién quiere ser. Los niños pasan por la etapa del «no«, a través de la cual intentan construir una subjetivización, la diferenciación con mamá o con papá, un Yo, aunque sea de esa manera tan incómoda para los padres.
En la adolescencia se lucha por encontrar un lugar en la vida, por poder definirse, por sentir que uno encaja en el grupo, que puede ser querido, por saber qué quiere hacer con su vida. La adolescencia está considerada como el segundo nacimiento, puesto que ya uno tiene la capacidad de elegir -dentro de sus posibilidades- a quién amar, a qué dedicarse, qué le gusta o le disgusta, qué le apasiona, sus valores éticos y morales, con independencia de que estos puedan variar en función del momento vital por el que transite. Ya hay una elección, hay un conocimiento de sí mismo que hace que no sea tan dependiente de sus progenitores.
Posteriormente, a lo largo de la vida, seguimos en construcción de forma constante a la búsqueda de quién soy o qué quiero hacer. La vida entendida como decisiones constantes, como renuncias y elecciones que van determinando un camino y también que hablan de quién es uno mismo. Hay quien entiende que su trabajo le define como persona, otros la pareja, el dinero, la posición social, la familia, el coche… Capas y capas qué recubren al sujeto pero ¿Quién eres?
Es una de esas preguntas que a uno siempre le suele dejar sin palabras, con la necesidad de tomarse un tiempo para poder mirarse y decir algo que se acerque a lo más real que conozca de sí mismo.
¿Soy quién quiero o quién esperan que sea?
Hay momentos en los que uno puede llegar a sentir qué es la suma de muchas cosas y que algunas de esas cosas las siente impuestas, que no ha podido despojarse de ellas, que está condenado a ser lo que cree que los demás quieren de él. Un ejemplo podría ser «hice derecho porque mi padre quería que hiciese derecho» o «Soy abogado como todos los hombres de mi familia». En algunos casos hablamos de la decisión de uno mismo por seguir dicha estela, pero también hay quien se puede ver impedido a encontrar su propio camino y cumple el deseo paterno (igualmente puede ser el materno), ya sea el real o el inferido.
A su vez, en ese mirar hacia el interior de uno mismo uno puede ir dándose cuenta de cómo se relaciona con el mundo y consigo mismo.
Algunos datos a modo de ejemplo que pueden servir para ser más consciente de los propios conflictos internos, que hablan de quién es uno en ese momento, podrían ser:
- Por qué me quedo si siempre me hacen daño,
- Alf final soy yo la que siempre tiene que estar dispuesta a dejar todos los planes por si ellas quieren quedar,
- Por qué le perdono siempre las infidelidades,
- Es que me dicen que soy tan buena que soy tonta,
- Siempre me hago cargo de todo y nadie me lo agradece,
- No soy capaz de decir que «no» a nadie si no me siento culpable.
Construirse, la tarea más grande
Hace poco me decían «la vida se trata de ir quitándose máscaras» y me parece una de las reflexiones más importantes, a plantearse a cualquier edad. Incluso en la terapia psicológica podría plantearse que la complejidad no es dejar que un otro (terapeuta) vea lo que hay ahí dentro, si no que lo complejo es ver y descubrir uno mismo quién es y cómo es realmente ahí dentro.
Conocerse es la única manera de poder disfrutar de la vida desde un lugar de equilibrio, de alejarse de vivir en base a absolutos (un pensamiento blanco o negro, sin escalas de grises) que tanto sufrimiento generan, de darse cuenta de aquello que no deja de repetir y poder deshacerlo, de vivir más libre sin llevar a la espalda una mochila cargada.
Cada día tenemos la oportunidad de elegir, y cada día tenemos la oportunidad de construir de nuevo nuestra vida.
Conócete.
Descúbrete.
En un mundo que corre sin tiempos, regálate el tiempo de descubrirte y construye la versión más sana de ti.
Si quieres comenzar una terapia psicológica, puedes leer como trabajo aquí.