El juego es fundamental en la vida de un niño, tanto que se dice que el hecho de que un niño juegue es un síntoma de salud. Sin embargo, estamos en un tiempo social en el que el juego carece cada vez de mayor importancia, valorándose mayormente la producción que un niño pueda hacer: clases extraescolares infinitas, deberes… Exigiéndole y esperando de él que se comporte como un adulto en lugar del niño que es, a la vez que el juego se entiende como un tiempo perdido, en lugar de considerarse imprescindible en su desarrollo psíquico.
Qué es el juego
El juego es la oportunidad de crear todo lo imaginable y lo inimaginable, la oportunidad de dar espacio a la creatividad y, por tanto, a la subjetividad.
El juego aparece desde el principio porque todo se aprende jugando: Mamás que relatan cómo el bebé parece que juguetea con el pezón a la hora de mamar en lugar de alimentarse; jugando descubren su propio cuerpo, el cuerpo de mamá o el de los otros; las sonrisas, los balbuceos o la repetición de sonidos; los primeros pasos, etcétera.
Después, en función del desarrollo psíquico del niño, ya se va a distinguir diferentes tipos de juego, cómo puede ser el juego simbólico o si sólo hay un juego de repetición en el que no hay intento de elaborar nada (se entenderá mejor con el resto del texto).
La relación del juego con el desarrollo psíquico
Tenemos que remontarnos a los tiempos de Sigmund Freud para hablar de las primeras observaciones del juego en los niños. En concreto, es en su obra «Más allá del principio de placer» donde describe el Juego del carrete, Fort-da, de su nieto de dieciocho meses y toda la interpretación que deduce de qué función está cumpliendo este juego en su desarrollo psíquico.
«Este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción un fuerte y prolongado oooooh!, que según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era una interjección, sino que significaba -Fort- (se fue). Al fin caí en la cuenta de que se trataba de un juego y que el niño no hacía otro uso de sus juguetes que el de jugar a que se iban. Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera atado con un hilo. No se le ocurrió por ejemplo arrastrarlo tras sí, por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el hilo, tras la barandilla de la cuna, el carretel desaparecía y el niño pronunciaba su significativo o-oo-o, y después tirando del hilo volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso -Da- (aquí está). Ese era, pues, el juego completo el de desaparecer y volver.»
Es en este momento cuando Freud descubre que a través del juego (un juego simbólico) su nieto está intentando elaborar la ausencia de la madre. Un juego en el que él se convierte en el que domina la situación de la presencia y la ausencia, manejando y dominando la ausencia y presencia del carrete como no puede hacerlo con la madre.
De esta forma, nos encontramos que en el juego se repite aquello que resulta placentero pero también lo displacentero. Esto último desde un lugar en el que el niño se convierte en aquel que llevan a cabo la acción, quien domina la situación que previamente le ha generado cierto malestar o desasosiego. Es decir, repite de forma activa lo que ha vivido de forma pasiva, pues no puede controlar que mamá aparezca o desaparezca a su antojo, mamá ya es vista como otra persona que no vive únicamente para él. A través de esa repetición, que es común que aparezca de forma continuada, hay un intento de elaboración.
Eso sí, sólo se puede jugar a separarse cuando se ha estado junto; es decir, se requiere de un buen vínculo con mamá para poder aprender a tolerar la ausencia de la misma.
Dicho esto, y a modo de conclusión, el juego es necesario en la vida infantil pues es la herramienta de la que disponen para poder aprender, crecer y desarrollarse. El juego es importante en todas las áreas del niño, a nivel físico, cognitivo y social. El juego es la posibilidad de crear lo subjetivo, de poder constituirse como un sujeto distinto y diferenciado, de aprender a representar y a crear.
El juego en la terapia psicológica
Cuando los padres se plantean traer a sus hijos a consulta hay ciertas preocupaciones acerca de qué es lo que se hace en la terapia, a qué edad se puede iniciar una trabajo terapéutico infantil o ¿Qué es eso de que los niños jueguen en consulta?
El juego que se lleva a cabo durante la sesión es diferente al que se realiza en otros espacios pues éste es un juego en transferencia con el psicoanalista (podéis leer el artículo «la transferencia en psicoanálisis«), de la misma forma que el juego cambia si juega a solas o si juega sabiendo que alguien le mira.
El juego en la terapia psicológica es uno de los instrumentos más importantes y utilizados dentro de la clínica con niños. Ya D. Winnicott afirmaba que el juego en sí mismo es terapéutico.
El juego, en este contexto, se convierte en un lenguaje común entre el psicoanalista y el niño, a través del cual ambos pueden conversar sobre todo aquello a lo que a veces no se le puede poner palabras. Citando a Melanie Klein «las palabras de los niños son sus juguetes» y es a través de estos, de cómo los mueven, se relacionan con ellos o cómo mueve su cuerpo durante el juego que está narrando algo de sí mismo.
Por tanto, es a través del juego que el niño va a hablar de sus sentimientos, de sus conflictos, de los recursos emocionales de los que dispone para hacerles frente o de la ausencia de los mismos. Es el juego el vehículo que permite acceder al inconsciente del niño, tanto es así que Klein afirmaba que el juego era como la «asociación libre» de los adultos. Este lenguaje de juego permite poder trabajar, pensar, hablar y reflexionar acerca de todo tipo de temáticas.
Hay que diferenciar dos tiempos de juego dentro de este método de trabajo:
- Durante las entrevistas diagnósticas -que se llevan a cabo en los primeros encuentros con el niño, con el fin de poder conocer qué es lo que le ocurre y que se puedan ir estableciendo algunos lazos transferenciales- se lleva a cabo la hora de juego diagnóstica. En esta sesión se observa jugar libremente al niño pero no se hace ningún tipo de interpretación.
- Una vez que las entrevistas diagnósticas finalizan y se inicia el tratamiento, el juego también seguirá formando parte de las sesiones como un lenguaje más entre el analista y el analizado, como un medio a través del cual se podrán expresar todo tipo de emociones y conflictos a elaborar. En el psicoanálisis infantil o psicoterapia psicoanalítica con niños el profesional mantendrá su atención flotante y su atención lúdica constantemente activa, puesto que el niño habla en diferentes registros, tanto en su discurso oral como en su discurso lúdico, y el psicoanalista tiene que poder hablar en el lenguaje del niño, en el lenguaje del juego.
Otros artículos que os pueden parecer interesantes son:
- ¿Por qué son importantes los cuentos de hadas para los niños?
- ¿Cómo afecta la televisión a los niños pequeños?
- La importancia de decir «no» a los hijos
Fuente: Andrea Souviron, SEPYPNA