Hablar de los 10 principales problemas de pareja es hacernos eco de la pregunta ¿de qué se quejan las parejas?, o de ¿qué se queja el paciente sobre su pareja?, ¿de qué o de quién se queja uno cuando se queja sobre su pareja? Bueno, las preguntas podrían continuar pero nos ceñiremos a compartiros algunos datos con la finalidad de compartir y pensar juntos.
En este artículo sobre los principales problemas de pareja queremos abrir un espacio un poco más alejado de la enumeración típica de «celos, problemas de comunicación, no repartición de tareas, infidelidad, etc.», para abrir un espacio un poco más profundo. Eso sí, siempre teniendo presente las limitaciones, como que es necesario hablar en términos generales, no de una persona en concreto, que no podemos hacer un texto demasiado extenso o que siempre hay que tener presente esa frase de «cada persona es un mundo», que hace referencia a la subjetividad del individuo.
Igualmente, antes de comenzar, os tengo que decir que no hay una única manera de hacer frente a los problemas de pareja. O más bien, no hay una forma mágica de hacerles frente, es decir, no hay soluciones mágicas que uno lea, ponga en práctica y se acabe la repetición de «esto nos pasa desde hace… (el principio, meses, años, etc.)». Las soluciones, por llamarlo así, forman parte del trabajo personal que uno, o ambos, ha de hacer. Por tanto, las soluciones no vienen dadas, se construyen, requieren de un esfuerzo personal.
Teniendo esto presente, la pretensión de este artículo es presentar ejemplos de situaciones frecuentes que pueden aparecer en una relación de pareja y que, podemos suponer, tiene su origen en un conflicto personal que aparece en relación con otro. De esta forma, tal vez, uno leyendo este artículo pueda verse reflejado en algún momento y pensar ¿qué de lo que me pasa en mi relación de pareja tiene que ver conmigo?
Parece que tengo un hijo en lugar de una pareja
Se trata de un motivo de malestar recurrente. No son pocas las mujeres que se quejan de sentir que tienen un hijo más que un marido (o un novio). Frente a algunas dinámicas de pareja que esto puede resultar idóneo y propicio para fortalecer el vínculo, en otros casos es vivido con sufrimiento.
Citando a Luciano Lutereau «No es lo mismo que una mujer sea sustituto de la madre que continuar con ella la relación. En el primer caso, un varón hace de su pareja la principal interlocutora, aquella sin cuyo punto de vista no puede tomar decisiones. Esta dependencia no es necesariamente negativa (…). Otra cosa es la expectativa de continuidad de la relación materna en un vínculo. En estos casos más que comprensión se proyecta pertenencia y la relación es espontáneamente dependiente. Ya no se tratará de necesitar al otro para apoyar las decisiones, sino que las dejará al otro como aseguramiento básico. De la misma manera, se esperará que el otro se ocupe de garantizar la cotidianeidad: desde tener prevista la comida hasta hacer de puente a la vida social (…) Esto no es malo per se, pero sí puede ser desgastante».
Discutimos mucho y no llegamos a acuerdos
Lo complejo de tener una relación con otra persona es aceptar que es otra persona diferente, en toda la plenitud de la palabra diferente: valores, ideología, forma de pensar y de comunicarse, necesidades afectivas y de todo tipo, la manera en que se relaciona con los demás, gustos… Y, diferente ya no solo de uno mismo, si no que también puede ser diferente a ese ideal de pareja que uno tiene y eso, por sí mismo, no tiene por qué ser algo negativo.
Puede parecer algo de «cajón» pero hay parejas que relatan que ante las diferencias siempre intentan llegar a acuerdos, que negocian como si fueran empresas, lo que en muchos casos significa que ambos tienen que pensar lo mismo y ofrecer la misma respuesta ante un conflicto. Esto es borrar la diferencia, o pensamos igual o tenemos un problema.
Por tanto, podría entenderse que cuando una pareja se enfrenta a un conflicto, de por sí, no tiene por qué ser negativo. El punto importante es qué hacemos con los conflictos pues pueden hacer que uno mismo y la pareja crezcan, que se fortalezca el vínculo. Una cosa es borrar la diferencia y otra es incluir la visión del otro en la propia vida. Esto último suele ser vivido como tener que ceder, como si se tratase de una pérdida, muy lejos de poder entender que el encuentro con otra persona, su forma de ver las cosas, también puede cambiar nuestra manera de pensar o de actuar, enriqueciéndonos individualmente.
¿Es que no soy yo suficiente?
La sombra del tercero siempre está presente, pues es «yo, tú y el deseo«. Dentro de ese deseo se pueden encontrar infinitas cosas, no solo se trata de la posibilidad de desear a otra persona y que eso, sea o no, culmine en infidelidad, si no también las preguntas y angustias que genera en algunas parejas el deseo del cónyuge y que pueda aparecer a través de síntomas como los celos, la inseguridad, el control, etc.
En este caso, hablamos de un deseo que ni si quiera tiene que ver con desear sexualmente a otra persona. Por ejemplo, hay parejas que se sienten angustiadas porque su partenaire pasa mucho tiempo -y tiempo de disfrute- con amigos, familia, en el trabajo, los hobbies… Es decir, que tiene otros deseos y motivaciones, que no todo es la pareja. Entonces, para estas personas, aparece la pregunta ¿es que no soy yo suficiente?, ¿por qué no quiere pasar todo el tiempo conmigo o compartirlo todo conmigo?
Otro ejemplo podría ser que ambas personas desean lo mismo pero, como cada individuo está pasado por la subjetividad, cada uno vive ese deseo de forma diferente. Esa diferencia también genera preguntas, fantasías, temores.
Hay personas que pueden sentir que su relación de pareja está en peligro si no colman por completo al otro. Han de ser todo aquello que puedan desear, la razón plena de su felicidad y, si no es así, eso externo -tercero- que le aporta felicidad es vivido como algo amenazante. «¿Será que me falta algo?»
Vida sexual
En las dinámicas de pareja el sexo puede tener diferentes significados. Por escribir algunas ideas, para algunos el sexo es la señal de que la relación va bien (si lo hacemos es que aún me quiere), para otros es una descarga física, para otros una posibilidad de gozar junto a quien quieren, para otros es un examen donde se verá el resultado si da o no la talla sobre satisfacer al otro, para otros será un intento de completud, para otros es cumplir con los supuestos mandatos de tener una relación… Infinitas posibilidades.
En función de cómo se entienda el encuentro sexual, si hay o no deseo, si supone o no un problema para uno o para los dos, también estaremos hablando entonces de uno de los problemas más frecuentes de la pareja. Dicho esto, en muchas ocasiones, la disfunción sexual (eyaculación precoz, pérdida de erección, anorgasmia, vaginismo…) tiene su origen en un conflicto psicológico.
Por más que se lo digo, no cambia
En mi experiencia clínica, suele ser una queja más habitual en las mujeres. A veces, la fantasía que hay detrás es que «mi amor le salvará» o «como yo se lo digo, tiene que cambiar».
Hace unas semanas acudía a una obra de teatro, «La madre que me parió», en la que había un personaje femenino que hablaba de su marido -como ejemplo de todos los hombres- que hay que tratarlos como un proyecto. Hay que decirles qué hacer, qué no hacer, qué les tiene que gustar y qué no. Ocasionó muchísimas risas entre el público y, no es de extrañar, el humor hace que se borre la frontera de la censura.
En el caso de «mi amor le cambiará» hay muchas historias, fantasías que puede haber debajo. Solo puedo poner algunos ejemplos porque luego está el caso por caso. «Mi amor le cambiará» ¿no es la base de muchas novelas románticas donde el «chico malo» no ha conocido el auténtico amor y entonces, la chica, se queda ahí aguantando carros y carretas para que él se dé cuenta de que ella le amará incondicionalmente, incluso por encima de sí misma y terminan en un supuesto felices para siempre?
Si lo pensamos desde «mi amor le salvará» me recuerda al libro tan famoso de «Las mujeres que aman demasiado» de Robin Norwood, donde exponía un caso en el que una mujer se enzarza en una relación de pareja con un hombre adicto y su amor le ha de salvar de dicha drogadicción. Si no le salva, genera un sufrimiento terrible pero el amor permanece, continúa allí; si el hombre sale de su adicción tendrá que buscarse a otro para seguir con la misma dinámica sin darse cuenta de ello.
Siento que ya no soy yo misma
Lo pongo en femenino porque también suele ser algo más habitual entre las mujeres, aunque también hay hombres que pueden hacer referencia a lo mismo.
Sea como fuese, es algo que suele narrarse a medio o largo plazo y algo se ha roto internamente, lo que ha generado una pregunta o un conflicto consigo misma. Muchas mujeres, sin darse cuenta, van convirtiéndose en aquello que sienten que es lo que quiere o valora el otro, van dejando de lado algunos aspectos de sí mismas para ser merecedoras de amor, de atención, para satisfacer y complacer al otro, para pasar más tiempo juntos, entre otras posibilidades.
No es una cosa que les pase únicamente en una relación, es algo que se habrá repetido con otras parejas y es posible que también en otras relaciones.
Pedirle peras al olmo
«Sé que no es romántico, pero yo quiero que lo sea». Pues bien, si Manolo no es romántico y yo quiero que lo sea, o acepto a Manolo o me busco un romántico, pero las dos cosas no pueden ser.
Dicho de otra manera, por mucho que vayamos al olmo a buscar peras, no va a haber peras y no las habrá nunca. Si queremos peras, hay que ir al peral. Si tenemos un olmo por pareja, o aceptamos al olmo o le dejamos libre para que busque a alguien que le valore por el olmo que es.
Hoy día hay muchísimas relaciones de pareja que se sostienen por esto que el otro no les puede dar y acaba siendo un sufrimiento constante y sonante, porque es como si el otro no me lo quisiera dar, cuando ni lo tiene o ni es eso que se le está pidiendo. Un sufrimiento para ambos, por supuesto, porque uno no para de demandar, enfadarse y sufrir porque «no me da» y el otro no cesará de sentir que siempre deja insatisfecho, que no complace y no tiene nada que dar.
Podríamos decir que hay casos en los que se coloca un ideal sobre la pareja y, en el momento en el que ese ideal se mantiene sobre él, se borra a la persona. O se ve al ideal o se va a la persona. Si se ve al ideal de pareja, se borran sus peculiaridades, sus diferencias, lo que puede dar o no. Se mide a la persona con alguien que no es, no se le acepta, se le exige. Esto deriva en discusiones y reproches reiterados porque, el olmo jamás será peral, ni aunque se le injerte.
Cuando algo va mal, no lo hablamos
Esto ya no es una cuestión de relaciones de pareja, esto ocurre en todos los ámbitos de la vida. Cuando algo va mal, cuando algo daña o duele, cuando algo molesta y genera descontento, muchísimas personas evitan hablar de ello por el miedo infantil a que la otra persona se enfade si lo que se le dice no le gusta. De esta manera, se evita la situación, la charla y la solución.
Pero, el no hablarlo, no quiere decir que esto quede solucionado. El dolor o la herida permanece. Queda ahí. Algunos no lo dirán nunca, pero se almacenará como un reproche. En otros, acabará saliendo, quién sabe si meses después en forma de explosión y el otro no sabrá ni de dónde le viene.
No se le puede decir nada
Es una frase muy sonada. No se le puede decir nada porque mira cómo se pone, o mira cómo me contesta, o todo lo que le digo luego caerá sobre mí.
Es real que hay personas que dicen las cosas como pueden, y eso pasa por formas que no son siempre agradables. Tan real como que hay personas que dicen las cosas de una forma muy tranquila y suave pero el otro las siente como si le estuvieran clavando puñales. Después también nos encontramos con formas pasivo agresivas, que van con una de cal y otra de arena, reproches voladores que uno ya no sabe dónde ubicarse.
Y, para terminar, no perdamos de vista también que lo que uno ha dicho, es diferente a lo que el otro ha escuchado, que pasa por el filtro de la interpretación subjetiva.
Construir un Nosotros
Estar casado o de novios no implica que se haya construido un Nosotros. El Nosotros implica un trabajo psíquico, una renuncia de algo propio de uno y otro para poder construir algo en conjunto, una pareja.
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Fuentes:
- Lutereau, L. (2022). Adiós al matrimonio. Parejas en busca de nuevos compromisos. Editorial Paidós.
- Recalcati, M. (2015). Ya no es como antes. Editorial Anagrama.
- Michelena, M. (2007). Mujeres malqueridas. Editorial La esfera de los libros.
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